Marcos Domínguez. Madrid
Las ‘IV Jornadas de Excelencia en Farmacia Hospitalaria’ han tenido como subtítulo temático ‘La adherencia, nuevo paradigma en la relación farmacéutico-paciente’. Y es que para conseguir la adherencia óptima hace falta la participación de este último, que no es un sujeto pasivo ni tan solo una fuente de problemas: muchas veces quiere aportar pero la rigidez de las estructuras y procedimientos se lo impide.
David Arias, representante de los pacientes.
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El paciente “se siente solo”. Así lo ha expresado David Arias, enfermo de esclerosis múltiple. Ante un auditorio completo de farmacéuticos de hospital, ha afirmado que solo ha conocido uno a lo largo de sus 16 años de enfermedad, y solo porque “se me olvidó la tarjeta sanitaria”.
Ha explicado que en este periplo ha notado lagunas “que probablemente serían resueltas por piscólogos, farmacéuticos, fisioterapeutas, etc.” En su relación con el profesional de farmacia, ha señalado que, en su experiencia, solo le dispensan el fármaco pero no le explican los efectos secundarios que tiene, o las interacciones con medicamentos comunes como el ibuprofeno, entre otras cuestiones. “Nadie te dice cómo se conserva el fármaco, o qué pasa si no te pinchas cuando tienes que hacerlo”.
La información ha sido, por tanto, la principal carencia que ha encontrado. Arias ha ido más allá haciendo notar que “el farmacéutico no tiene un lugar para atender al paciente” y que, a pesar de que existen mecanismos de medición del cumplimiento del tratamiento en los dispositivos que usa, tampoco le han pedido que reporte esta información para mejorar su adherencia a la terapia. Incluso la rigidez en el sistema de retirada del fármaco –en el hospital dentro de un horario determinado– puede provocar incompatibilidades con algo tan básico como el entorno laboral. Porque la enfermedad, aunque a veces se olvide, es solo un elemento de la vida de los pacientes.
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